EL VAMPIRO DE LA
ESTACIÓN
Al terminar la jornada
allí,
sentado en un banco,
pasaba el resto del día.
Regresaba a su cuarto.
Se alimentaba de despedidas.
De rencuentros de otros,
de sus tristezas,
de sus alegrías.
Coleccionaba las miradas,
los besos,
los abrazos.
En la soledad
nocturna,
recordaba.
Agotado
Por tantas emociones
se quedaba dormido.
ANTONIO SANTOS