10 julio, 2011

LAS PEQUEÑAS COSAS

Fermín tiene un jefe antipático y desabrido. Nunca pide nada por favor, jamás con una sonrisa. Se llama Eusebio Martínez, es el dueño de una pequeña oficina de contabilidad donde trabajan los dos.
-Fermín, deme los libros de la carpintería del segundo. Dice sin levantar sus lentes de los papeles que está hojeando. Y Fermín acude presuroso con un desgastado libro de contabilidad modesta.
-Fermín, vaya a por un cortado y dese prisa que me gusta caliente. No pierda el tiempo en charlas estériles, como hace siempre. y Fermín extendiendo la mano recoge las monedas y sale diligente. D. Eusebio, como siempre, no desvía la vista de los documentos que está revisando.
La oficina es vetusta. Hace décadas que nadie pinta sus paredes. Dos archivadores, dos mesas de similar tamaño, dos sillas y un perchero constituyen el escaso mobiliario. Cuando aparece algún cliente Fermín le cede su asiento.
-"Traiga dos cafés y no se demore".
En la pared, junto a un grupo de pequeños agujeros, colgado de una chincheta, está el calendario en el que aparece un bodegón lleno de suculentas frutas, única nota de color del lugar.
El pequeño despacho está en un edificio viejo con la fachada oscurecida por el humo de los automóviles. Un lugar alegre y lleno de vida en su interior, donde varios talleres y oficinas, además de un bar comparten la vida.
Fermín acude a su trabajo con puntualidad, apenas habla y sólo hace un alto para comer en el modesto bar del cuarto piso. Un menú barato y sabroso que prepara Dña. Claudia, la cocinera. Fermín siempre guarda un par de trozos de pan en los bolsillos de su raída americana.
De anochecida regresa a su minúsculo apartamento compuesto de una sola pieza con cocina americana y un pequeño baño. Una cama, una pequeña mesa camilla, tres sillas y un armario amueblan la estancia. La vivienda está en orden, limpia. Una sola ventana da a un patio de luces por donde entra suficiente claridad como para no tener siempre prendida la luz eléctrica.
En un pequeño transistor escucha, cuando no el parte, música. En una de las sillas reposan algunos libros que, una vez leídos, serán devueltos a la biblioteca o abandonados en algún banco del parque.
Al entrar deja, en una bolsa de plástico que pende de un clavo, los mendrugos de pan. Luego se quita la chaqueta y los zapatos. En zapatillas, prendida la radio, prepara la cena. A las once se acuesta y lee en la cama hasta que el sueño se apodera de él.
Mañana será sábado, el día esperado. Cuando Fermín se despierte, después de desayunar y asearse, tomará la bolsa de plástico y, con mucha parsimonia, irá deshaciendo los trozos de pan hasta reducirlos a migas. Los meterá de nuevo en la bolsa y saldrá a la calle. Así hace todos los sábados.
Se sentará en un banco del parque rodeado de pájaros. Por un rato, un largo rato, se sentirá feliz y sonreirá varias veces antes de regresar.

3 comentarios:

  1. Aparte de excelente pintor usted es un excelente escritor y un excelente ser humano. Espero que Colombia le haya gustado y siempre lo recibiremos con los brazos abiertos.
    Att: Edith Carolina Becerra Silva del Taller Cuatro Colectivo Artístico. Chao.

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  2. querido antonio nos encanto su taller que dio aqui en mexico,le mando muchos saludos y nos encantaria estar en contacto!

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