12 marzo, 2011

Cézanne

El primer Cézanne que vi en mi vida fue el cuadro que he elegido para encabezar este escrito. En aquel entonces estaban los cuadros de una serie de pintores agrupados, en esa inexactitud a la que llamamos Impresionismo, en el Jeu de Pomme. Al subir las escaleras, justo enfrente, la mujer del pintor me esperaba con su cafetera azul. Ralenticé el paso, quería que esos instantes durasen mucho tiempo, que fueran casi eternos.
Cézanne firmó muy pocos cuadros en su vida por la sencilla razón de que para él están inacabados, no podía ser de otra manera pues su método, la forma de abordar la realidad, no lo admite. A Cézanne no le preocupa, o no parece hacerlo, el hecho de finalizar una pintura y, lo más que llega, en una carta dirigida a E. Bernard es a hablar de una "pequeña sensación".
Cuando C. dejó París para refugiarse en su ciudad, Aix-en-Provence, en la propiedad familiar de Jas de Bouffan inicia un camino hacia la soledad que ya había emprendido tiempo antes. En París quedan sus visitas al Louvre, sus pocos amigos su mujer y su hijo.
Cézanne no es un pintor impresionista, casi ninguno de sus trabajos lo es, porque él quiere sacar a los clásicos al aire libre y respetar la estructura, el esqueleto de las cosas. Pero, claro, también conoce las nuevas teorías de la división de la luz y sabe, como sus compañeros de generación, que en las sombras también hay color y que los colores se relacionan entre sí, dialogan buscando la armonía.
Cézanne ve un color y lo busca en la paleta, una vez que lo ha encontrado, lo coloca en la inmensidad del plano. Busca otro en un lugar del paisaje, un color relacionado con el primero y lo coloca en su lugar. Hace lo mismo con un tercero y luego lo compara con el primero, le parece que la elección no es ajustada, rectifica. Una vez, y otra, y otra....La tela se va llenando de una curiosa estructura de acciones y rectificaciones que le dan un aire extraño. Pequeñas sensaciones y pequeñas sensaciones...Pero la realidad se escapa porque sólo es aprehensible si hacemos trampa, si la metemos en una red, si en cierta manera nos la inventamos con la necesidad de acabar algo. Cézanne trabaja con modestia, como un aprendiz que no tuviera prisa y esa es, en mi opinión, su gran lección, su gran descubrimiento. El camino, el recorrido eso es lo importante. El resultado, al fin, es un punto final, la muerte de un acto.
Hubo un momento en el que, en los ambientes parisinos, Cézanne había sido olvidado. Se pensaba que había muerto, que se había ido, que había dejado de pintar. Cuando los jóvenes artistas lo recuperan y lo llevan a París para, engañado, rendirle un homenaje, cuentan que al darse cuenta del engaño, sintiéndose abrumado, C. desaparece, se escapa. Los honores le han llegado demasiado tarde, cuando ya no le interesan, cuando lo único que quiere y pretende es seguir pintando,su Mont Sainte Victoire en los alrededores de Aix y buscando esa pequeña sensación que nunca encontró del todo.

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